En un entorno de crisis recurrentes que sacuden la economía y el poder adquisitivo, ¿es posible heredar con tranquilidad? ¿Qué función pueden desempeñar los bancos para facilitar el proceso? Más allá de su valor social y simbólico, la herencia puede convertirse en una carga pesada si se retrasa demasiado. La transmisión es un tema prohibido en muchas familias y las instituciones bancarias pueden ayudar a superarlo asumiendo el papel de facilitadores y mediadores
El concepto de transmisión está ligado al de civilización y, en su origen latino, la transmisión («transmissio») designa el trayecto. Por lo tanto, la transmisión es lo que permite al patrimonio o a la cultura atravesar el tiempo y las generaciones. Toda la comunidad científica coincide en que la distinción entre el hombre y las demás especies inteligentes del planeta no reside esencialmente en las capacidades cognitivas, sino en la memoria. El pulpo, por ejemplo, está dotado de una inteligencia extraordinaria y, durante toda su vida, aprende y registra nueva información que no transmite en el momento de su muerte, lo que obliga a las nuevas generaciones a comenzar de cero. Nietzsche decía que el hombre del futuro será aquel que tenga la mejor memoria.
La transmisión, un elemento central de la sociedad, denota la capacidad muy humana de proyectarse más allá de su propia muerte. Según el filósofo Peter Sloterdijk, la transmisión es lo que permite a los niños pasar del mundo de los antepasados al mundo de los descendientes”. La transmisión garantiza la continuación de una estirpe, de una actividad profesional o de una marca. Así pues, a la filiación biológica se suma una filiación subjetiva que favorece la identificación y el reconocimiento mutuo en el seno de la familia. Más que un acto pasivo de recepción, la herencia se percibe como la responsabilidad de lograr los planes esbozados por las generaciones precedentes.
Un tema a menudo sensible e impopular, la transmisión ha sido ampliamente analizada desde su ángulo filosófico, también impregna sin duda la vida económica y facilita el relevo o la reactivación de una empresa. En la intersección entre las consideraciones financieras y simbólicas, la transmisión confiere al capital una función altruista pero también puede convertirse en una carga pesada. En un entorno de crisis recurrentes que sacuden la economía y el poder adquisitivo, ¿es posible todavía heredar con tranquilidad? ¿Qué función pueden desempeñar los bancos para facilitar este acontecimiento de carácter íntimo?
Fisuras en la transmisión
Las nuevas dinámicas sociales y demográficas hacen mella en la transmisión. La mayor longevidad de la población, la evolución de los modelos familiares y la complejidad fiscal ejercen presión sobre los hogares. Sobre todo, el momento de recibir la herencia se está retrasando, al igual que las conversaciones previas e indispensables. En 2020, la herencia se recibía de media a los 54 años, mientras que en 1984 se heredaba a los 42 años. En consecuencia, las herencias son más sustanciales, pero ahondan aún más las desigualdades sociales y las brechas patrimoniales entre mayores y jóvenes, quienes heredan cada vez más tarde. Los bienes patrimoniales se acumulan: las próximas generaciones podrían convertirse en los herederos más ricos de todos los tiempos.
Conforme aumenta la esperanza de vida, las personas mayores relegan el tema de la herencia a un segundo plano e invierten en su propia felicidad. Juan Carlos Durán, asesor de banca privada en Banque de Luxembourg, observa que la transmisión es algo que se prefiere dejar para más tarde y que se desea solucionar rápidamente. Ahora bien, la transmisión no es algo que se solucione con rapidez: debemos saber qué deseamos transmitir y cómo transmitirlo.
Otras configuraciones sociales, como la estructura familiar, también influyen en el correcto desarrollo de la transmisión. Las familias numerosas y/o vinculadas mediante un contrato matrimonial deben mostrar una mayor previsión que las personas solas. El individualismo y el «auge de la soltería» (aumento previsto del número de solteros en los próximos años) podrían provocar un retraso aún mayor de las sucesiones y, sin preparación testamentaria, su aplicación obligatoria.
A menudo, las familias no logran abordar el tema con la suficiente antelación principalmente porque suele ser motivo de fuertes tensiones. La típica imagen de una comida familiar que acaba en batalla y el riesgo de conflicto entre herederos contribuyen a convertir el asunto de la transmisión en un tabú familiar porque a menudo conlleva evocar el fallecimiento o la falta de capacidades de una persona. Los efectos combinados de las crisis económicas y los nuevos datos demográficos (mayor esperanza de vida, auge de la soltería, etc.) retrasan por lo tanto el momento de abordar temas relacionados con la herencia y dificultan la anticipación. Juan Carlos Durán, afirma que “una herencia puede suscitar inquietud en los hijos o en los nietos. Nuestro enfoque consiste en animarlos a que hablen con la generación que lleva las riendas con el fin de velar por la continuidad del patrimonio y también de la armonía familiar”.
El asesor bancario como mediador
Si bien la transmisión sigue siendo un tema "prohibido" en muchas familias, descubriendo asuntos delicados e íntimos, las instituciones bancarias pueden asumir el papel de facilitadores de la libertad de expresión a través de medios lúdicos o círculos de discusión.
Cuando los bancos abordan la cuestión con las familias, cruzan las fronteras de la intimidad de los hogares y se topan con asuntos en los que impera la ley del silencio o con obstáculos psicológicos. En este contexto, las entidades bancarias ofrecen servicios de relación y se convierten en verdaderos mediadores familiares.
Siguiendo este principio, con los años, los bancos podrían ir aún más lejos e intervenir en conflictos familiares o ayudar a los descendientes a expresar sus opiniones ante sus progenitores. Por ejemplo, se podrían organizar periódicamente mesas redondas o sesiones de libre expresión con el fin de dar voz a todos los miembros de la familia y superar los temores de cada uno.
En un mundo que se acelera y deshumaniza, los bancos podrían representar un refugio de humanidad con círculos de debate familiares. Encuentros periódicos en los que todos los miembros de la familia podrían turnarse para expresarse libremente, sin riesgo de ser interrumpidos o juzgados. En cada ocasión, el banquero escucharía y respondería ofreciendo la información más conveniente, por lo que estaría añadiendo una función psicológica a sus competencias de asesoramiento. Con la información disponible, las familias estarían mejor formadas, más informadas y preparadas para la sucesión. Mejor que recibir pasivamente una transmisión cuyas condiciones han sido bloqueadas por la generación anterior, los hijos y los beneficiarios podrían tomar la iniciativa en los debates, lo que podría precipitar las donaciones «inter vivos» o ayudaría a aceptar más fácilmente la hipótesis de rechazo. Mediante una mejor preparación y unas conversaciones más libres y fáciles impulsadas por los banqueros, la transmisión dejaría de ser un objeto sagrado para convertirse en una simple maniobra informática.
Una vez realizado todo esto, los padres podrían concentrarse en lo que realmente importa: los valores y el patrimonio cultural y emocional que legarán al futuro.