Una de las principales preocupaciones actuales y de estos los últimos meses, es la dinámica de la inflación. Damien Petit, director comercial de banca privada en Banque de Luxembourg, y responsable de los mercados internacionales (España incluida), proporciona algunas respuestas.
El crecimiento económico sigue siendo sostenido
Tras la profunda y sincronizada recesión que presenciamos en el primer semestre de 2020 como consecuencia del cierre de numerosas economías, el vigor de la recuperación de la actividad económica pilló por sorpresa a un número elevado de analistas.
Con el arranque del nuevo año, los inversores se preguntan cómo posicionarse. La persistencia de la crisis sanitaria, las extremas cotas de valoración en términos absolutos y la aparición de presiones inflacionistas representan factores de incertidumbre que tornan esta tarea particularmente ardua.
Inflación: una inquietud de calado para el inversor
La dinámica de la inflación constituye una de las principales inquietudes. Las tasas de inflación en Estados Unidos y en la zona euro marcan, en la actualidad, sus niveles máximos desde los primeros compases de la década de los noventa.
Sin embargo, los bancos centrales siguen opinando que estas fuertes subidas en los precios revisten un carácter «temporal». Esto se debe a que el actual resurgimiento de la inflación guarda más relación con una escasez en la oferta que con un exceso en la demanda.
Por otro lado, las expectativas de inflación, que se reflejan en los mercados de renta fija, siguieron apuntando hacia una normalización a medio plazo, un escenario que sigue siendo, por el momento, el más probable. No obstante, la evolución de los costes salariales será una variable de suma importancia que habrá que vigilar de cerca en los próximos meses.
Depreciación de la moneda y pérdida en el poder adquisitivo
Las reiteradas intervenciones de las autoridades desde que se desencadenó la crisis financiera han permitido, por un lado, apuntalar los mercados financieros y, por otro lado, la dinámica económica, a costa de un deterioro del poder adquisitivo. Esta situación corre el riesgo de volverse aún más problemática en el caso de que el repunte de la inflación se prolongue en el tiempo.
En un entorno normal, el inversor que cuente con ahorros se puede beneficiar de una remuneración de la liquidez superior a la inflación. A raíz de la implementación de políticas monetarias de carácter extremamente acomodaticias por parte de los bancos centrales, la remuneración del efectivo ya no ofrece protección frente al impacto de la inflación. Esta situación reviste especial gravedad para un inversor europeo que ha visto cómo los tipos de interés se han situado en territorio negativo.
A título de ejemplo, un importe de 100 euros que se vea sometido a una inflación del 2% pierde más de la mitad de su valor en 40 años. De manera más concreta, su valor cae hasta 45,29 EUR. Una inflación del 3% supondría una caída de su valor hasta 30,65 EUR.
Repercusiones para el inversor
Al mostrarse el efectivo y las inversiones en renta fija de calidad en euros cada vez menos atractivas en el entorno actual, habrá que recurrir a las acciones como solución.
Así pues, el inversor tendrá que adoptar la difícil decisión de aceptar un mayor riesgo de volatilidad, es decir, tendrá que asumir mayores fluctuaciones en el valor de su cartera, tanto al alza como a la baja, o aceptar una pérdida de su poder adquisitivo.
Ahora bien, dado que algunos segmentos de los mercados de renta variable se hallan en niveles de valoración extremadamente elevados, lo más conveniente será adoptar un enfoque de inversión activo y seleccionar empresas de calidad con el fin de limitar el riesgo de pérdida permanente de capital. También cobrará igual relevancia esforzarse en diversificar adecuadamente la cartera.
En conclusión, en 2022, el inversor tendrá que controlar más que nunca el concepto de asunción de riesgos de forma calculada, combinando prudencia, rigor y disciplina a la hora de gestionar su patrimonio.