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Si bien a lo largo de los últimos años el capital inversión ha experimentado un verdadero apogeo y ha gozado del favor de los inversores institucionales y profesionales, la sustancial ralentización del crecimiento desde principios de 2020 tiene visos de perdurar e incluso de intensificarse como consecuencia de la crisis sanitaria mundial. Por otro lado, el inversor minorista muestra cada vez más interés por esta clase de activos, en un intento por diversificar su cartera.

 

¿Ha perdido su atractivo el Private Equity?

 

El capital inversión, o «private equity», lleva ya bastantes años convenciendo a inversores instituciones y profesionales, ya sea por medio de inversiones directas o a través de fondos. No cabe duda de que esta clase de activos, de carácter muy privado, se ha hecho un hueco, a pesar de que el acceso a ella por parte del público en general siga revelándose limitado. Empresas consolidadas han sido adquiridas por grandes sociedades de Private Equity con el propósito, en esencia, de reestructurarlas, reorientarlas y optimizar sus beneficios, de modo que puedan revenderse con posterioridad con la consiguiente plusvalía. Otros fondos han puesto la vista en empresas emergentes, sobre todo del ámbito tecnológico, algunas de las cuales han alcanzado un valor superior a los mil millones de dólares.

Ahora bien, esta trayectoria parece haberse visto frenada, al menos en 2020. Según el Centre for Management Buy-Out Research (CMBOR), a lo largo del primer semestre de 2020, las operaciones en el segmento de capital inversión en Europa descendieron en 39% con respecto del mismo periodo de 2019. En lo tocante al valor de estas operaciones, el retroceso no resulta tan acentuado y asciende a cerca de 41.000 millones de EUR (-7%).

¿Todos los sectores muestran el mismo comportamiento?

Cerca de un tercio de las transacciones se dieron en empresas activas en los ámbitos de la tecnología, las telecomunicaciones y los medios de comunicación. Esta constatación no resulta sorprendente dado el impacto positivo de la crisis sanitaria en estos sectores. Lo mismo se puede afirmar en los sectores de la atención sanitaria, la logística y los productos de consumo. Por el contrario, la aviación, el turismo, la hostelería y la restauración, y el ocio en general, se vieron duramente penalizados y sigue siendo difícil de determinar el impacto final en ellos.

El inmobiliario constituye otro sector cuyo impacto resulta complicado de calibrar a medio plazo. El despliegue casi inmediato y a gran escala del teletrabajo no solo vino a reflejar una reacción vertiginosa a un nuevo entorno, sino también la capacidad de adaptación tecnológica y humana a esta nueva situación. De esa manera, numerosas firmas del sector servicios pudieron seguir desempeñando su actividad y, en última instancia, constataron que el trabajo presencial de la totalidad de su personal no era indispensable. Por consiguiente, como es lógico, conforme los alquileres lleguen a su fin podrían quedar disponibles superficies de oficinas. Sin lugar a dudas, el creciente recurso al teletrabajo en los próximos años tendrá repercusiones, en particular en los comercios locales y la movilidad, por mencionar solo dos áreas.
 

¿Qué porvenir le espera a esta clase de activos en general?

En cambio, las empresas activas en los sectores más demandados en la actualidad se benefician claramente de la situación. Algunas de estas empresas publican unos resultados sobresalientes y registran un despegue en sus valoraciones. No obstante, sigue revistiendo una gran dificultad evaluar el valor real de una empresa a medio y largo plazo únicamente sobre la base de si ha sido capaz de responder con extrema rapidez a la demanda y las necesidades inmediatas. A modo de ejemplo, cabe reseñar las empresas industriales que han cambiado su cadena de producción inicial para diversificarse en un tiempo récord. Aunque esta celeridad da fe de una gran agilidad, con una rápida adopción de decisiones y una aplicación sin demora, no puede ni tiene por qué mostrar una visión permanente de la realidad a medio o largo plazo.

En relación con los sectores más castigados por la crisis, una inversión importante constituiría actualmente más un apoyo al sector que una apuesta calculada por la recuperación y el retorno a una actividad similar o incluso de mayor grado tras la crisis.

¿El Private Equity estará pronto al alcance de todos?

Este sector, cuyo acceso queda reservado principalmente a los grandes inversores institucionales, exige, por lo general, un compromiso financiero significativo a medio e incluso largo plazo.
Ahora bien, están viendo la luz las primeras iniciativas con las que se pretende brindar un acceso más generalizado a esta clase de activos. Así pues, hemos asistido a la creación de fondos subordinados o «feeder funds», que a su vez invierten en grandes fondos de Private Equity cuya suscripción mínima suele ser de varias decenas de millones de euros. Estos fondos subordinados buscan captar las inversiones de inversores privados, exigiendo a menudo importes mínimos de algunas decenas de miles de euros y, obviamente, aplicando las limitaciones impuestas por la normativa vigente en el lugar de domicilio del fondo.
El ELTIF (siglas en inglés de «fondo de inversión a largo plazo europeo»), un instrumento que lleva mucho tiempo desdeñado por los promotores de fondos, podría vivir por fin su momento de gloria. De hecho, este tipo de fondos permitiría un acceso democratizado a una clase de activos que se considera privada, al proporcionar unos mecanismos de entrada y salida que se asemejan a los fondos tradicionales.

En conclusión, el Private Equity parece estar viviendo un compás de espera, algo que no socava en absoluto el espíritu emprendedor de este sector. Es cierto que es mucho más cómodo ir en busca de buenas inversiones con grandes sumas de dinero a su disposición que lo contrario. Asimismo, los fondos de Private Equity podrían perfilarse como unos socios financieros valiosos en la implementación de las principales iniciativas gubernamentales de estímulo, la mayoría de las cuales tienen como tema central la transición ecológica y sostenible.

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Juan Carlos Durán
Asesor de banca privada